Se adentró en el mar buscando el coral más preciado.Nadaba entre las olas en contra de la corriente pensando en ella, aunque ella no era nadie todavía.No tenía rumbo fijo ni sabía hacia donde dirigirse, sólo flotaba a la deriva, sumergiéndose cada noche a ver si encontraba su tesoro.Le acompañaba siempre un delfin, que lo cuidaba, protegía y le ofrecía llevarlo acostado en su lomo y prendido de su aleta en los días en los que el oleaje era demasiado intenso.Nunca aceptó, era demasiado orgulloso, y quería llegar pero hacerlo solo, sin que nadie le distrajera de su propósito. Pensaba que le compensaría dejar atrás todo y todos por ir en su búsqueda.No aceptó su ayuda, a veces ingnoró su compañía y devaluó su amistad, quizas porque algo le llevaba a pensar que buscaba en él algo que no podía darle.Así comenzó a nadar en otra dirección para alejarse de él.Pero hubo un día en el que el mar se enfureció y él cargado de soberbia lo retó. Encontraría su coral solo, sin ayuda y por muy altas que fueran las olas. Tanto se embraveció el mar que casi no tenía fuerzas para seguir.Cansado y atemorizado se volvió para reclamar la ayuda del que era su fiel compañero de viaje. Pero al girarse comprobó sorprendido y angustiado que no estaba.Luchó a muerte con el mar hasta que perdió la conciencia. Cuando despertó moribundo en la orilla, su último pensamiento fue para él, el arrepentimiento lo invadió.Pocos días después se pudo ver al delfin intentando acercarse a la playa. A pesar de todo no lo abandonó... |